Ereignis y trascendencia

Por Daniel Barbagelatta

Si bien pude entenderse que a partir y luego de la Kehre hay un desplazamiento del énfasis del pensar desde el dasein hacia el Ser (concebido, por otra parte de un modo radicalmente distinto al de la historia de la metafísica e incluso al que maneja Heidegger hasta antes de tal viraje), y que por lo tanto la tradicional forma de trascendencia (del ente –u hombre- al ser) se mantiene como tal solo que de forma invertida, esta interpretación es por lo menos discutible.

Es verdad que giros como “envio de ser” y otros similares hacen pensar en una simple inversión de la trascendencia, en un ser emanatista que irradia su pregnancia “hacia abajo”. Pero voces como oscilación, rehúso, y sobre todo la palabra guía de la obra y del periodo, ereignis someten a esa interpretación a mayores complejidades

En los aportes existen varios pasajes que critican radicalmente la idea de trascendencia, no solo su dirección (ascendente) sino su propia esencia como vinculo entre el ser y el ente. Por otra parte Heidegger sostiene y sostendrá en el futuro que una mera inversión u oposición a algo, es parte de ese mismo algo. En tal sentido se expresa al hablar del proyecto nietzscheano de inversión de la metafísica; allí el autor del Zaratustra permanecerá, según la opinión de Heidegger, tributario de aquello que pretende destruir, siendo un platónico malgre lui

El er-eignis como acontecimiento de mutua pertenencia y apropiación entre ser y dasein implica un nuevo punto de partida para el pensar de estos, asi como de su forma de “vinculación”. En una conferencia dictada casi 20 años luego de la escritura de los Aportes figura una descripción del ereignis que llama la atención por su claridad:

            El ereignis es el ámbito en si mismo oscilante, mediante el cual el hombre y el ser se alcanzan el uno al otro en su esencia y adquieren lo que les es esencial al perder las determinaciones que les prestó la metafísica. (…) El ereignis une al hombre y al ser en su dimensión mutua. (El principio de Identidad)



En la “estructura” del ereignis, a diferencia de cualquier trascendencia no hay ninguna linealidad, ningún avance ni retroceso, ascenso ni descenso. Ni siquiera un “ir y venir” sino un pendular simultaneo, una tensión de dos polos que se pertenecen mutuamente y en la que no hay “superación” ni ningún tipo de dialéctica. Esta forma de acontecimiento que en imagen del rayo hace copertenecer a ambos polos, da la nota tónica de la temporalidad extática que funda, la del instante.

            El ser necesita del hombre para esenciarse y el hombre pertenece al ser, para realizar su extrema determinación como dasein (P133).



La oscilación es el movimiento interno de la pertenencia mutua de ser y dasein en el ereignis, que a través del acontecimiento apropiador funda el espacio-tiempo.

La tensión, el oscilar de la copertenencia también se anuncia en el rehúso y la resonancia, en el movimiento de huida del ser hacia la oscuridad del olvido, en el resonar del eco de su dominio; en ese juego de lejanía y cercanía, en el apartamiento en el que no deja de vibrar y anunciarse incluso en lo mas inesencial de un mundo prendido del ente.

La idea de trascendencia es inherente e inseparable a la concepción que la metafísica tiene del ser:

            La metafísica piensa que el ser es hallable en el ente y ello de modo que el pensar trasciende al ente (parágrafo 83)

A la correspondencia entre ser pensado como entidad de lo ente y la trascendencia como el paso del ente al ser, se suma también de modo indisociable la noción metafísica del pensar como el procedimiento, la herramienta y método para tal elevación, para partiendo del ente llegar a lo que lo fundamenta, a su carácter de tal, a la entidad, al ser:

            Cuanto más exclusivamente el pensar se dirige al ente y busca para sí mismo un fundamento máximamente entitativo (Descartes y la modernidad), tanto más se aleja la filosofía de la verdad del ser. (idem)

El “camino” hacia el ser es radicalmente otro, a tal punto que nombrarlo bajo el gastado vocablo de trascendencia se torna un acto de violencia:

            … con el dasein ha sido ganado ese fundamento en el que se funda la verdad del ser, de modo que ahora el ser mismo llega originariamente a dominio [es decir, sin tener que partir del ente y elevarse desde el –corchete mío] y se ha hecho imposible una postura de trascendencia del ente, es decir, de partir del ente y a saber como presente ante la mano y como objeto. Y solo de este modo se muestra lo que era la metafísica, precisamente esta trascendencia del ente hacia la entidad (idea) (P84)

En la historia de la metafísica, la tarea del pensar del ser, es decir de la filosofía, era justamente recorrer este camino de la trascendencia del ente para encontrar su fundamento, su entidad, su idea. Ese fundamento, ese punto de llegada que es el punto de partida que sustenta al ente en cuanto tal, fue elaborado en un periodo de la historia del pensar como “a priori”. Este pensar ha sido el hilo conductor de la pregunta conductora, es decir de la historia de la filosofía, hasta llegar a ser el mismo pensar el fundamento de la entidad, y por lo tanto del verdadero ente.

El Viraje, o al menos uno de sus aspectos principales es justamente este cuestionamiento y radical modificación de toda referencia entre ente y ser, de lo que la filosofía siempre llamo trascendencia. Y digo uno de sus aspectos porque es inseparable de otras radicales modificaciones, como la de ser como entidad, lo mas general y abarcativo del ente; como la del pensar como representación.

El pensar de la metafísica, dijimos, es el instrumento, tanto método como facultad subjetiva de recorrer el sendero de la trascendencia del ente hacia el ser. Por lo tanto su forma esencial no puede ser otra que la representación, es decir la reproducción de lo ente concebido como lo presente a la mano, como lo opuesto al sujeto (él mismo objetivizado), como objeto. Esa forma representativa del pensar determina se manifiesta en el lenguaje de la metafísica, que en realidad es el lenguaje a secas, desde que no existe como acerbo algo como el “lenguaje del ser”; en todo caso este esta en permanente creación a través de la Palabra que los poetas y pensadores del nuevo comienzo que reciben el envío del Ser. El lenguaje tal como lo conocemos es el lenguaje del pensar de la metafísica, es lenguaje de la representación de lo ente presente a la mano, es la forma de reproducir in absentia el objeto.
Por lo tanto el mayor desafío, el más ambicioso, es el de moverse dentro de ese campo ya siempre dado (en esto se manifiesta una vez mas el carácter de arrojado del proyecto del dasein, de eso a lo que aspira el hombre una vez tomada la decisión de las decisiones), y a pesar de ello prestar oídos al Decir del Ser y preparar de este modo el tránsito hacia el otro comienzo.

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